miércoles, 31 de marzo de 2010

Fin

Bajo las baldosas de los urinarios
un humo de tormenta anunció
que el fin del mundo estaba cerca.

Los gritos comenzaron a huir
por las carreteras y las turbinas
de los aviones de pasajeros.

Tú y yo nos quedamos.

Éramos la única pareja de enamorados
que aún se aferraba a sus labios.

El resto era silencio.

Percibí tu último aliento
en el mismo instante de la demolición.

martes, 30 de marzo de 2010

Anatomía de un Espejo

Siempre me había preguntado como un ser tan simple era capaz de ser feliz absorbido en un litro de agua y con una ridícula figura, que se quería asemejar a un esqueleto, ocupando su, ya de por sí, reducido espacio. Escuché en uno de esos viejos programas de radio que su memoria alcanzaba los dos segundos. Así que todas sus dudas, angustias, certezas, alegrías y penalidades se esfumaban en aquel periodo tan ridículo de tiempo. Pero a mí no me conseguía engañar, sabía que lo que realmente le hacía feliz era observarme en cada movimiento que realizaba cada mañana. Siempre abriendo y cerrando continuamente su deforme boca.
Trabajaba en una pequeña oficina de uno de esos rascacielos aburridos y estresantes. En un principio era el único momento de paz en todo el día, pero pronto me di cuenta de mi error. Mientras yo estaba tranquilamente trabajando él estaría totalmente libre para hacer lo que quisiera. Podría registrar todas mis cosas, averiguar mis secretos, envenenar mi comida... Salía del trabajo siempre media hora antes. Corría con todas mis fuerzas para llegar cuanto antes a mi casa y vigilar a mi particular enemigo. Ya no cocinaba en casa, pedía toda la comida a domicilio. Solo salía a trabajar las horas justas para que no me echaran, pero si quería acabar con él debía vigilarle las veinticuatro horas del día. Dejé el trabajo y me dediqué a permanecer frente a él. Tarde o temprano cometería un error, y entonces me abalanzaría sobre él y le destruiría para siempre, acabando con todos mis problemas. Observaba sobre todo su gran y anaranjada boca: ahí debía residir todo su poder.
Fue hacía las tres de la madrugada del domingo cuando decidí dar el paso definitivo. Era un ritual complicado pero si seguía bien todas las instrucciones nada podría salir mal. Primero mis piernas se unieron y mis pies comenzaron a transformarse en uno solo. Después lo hicieron mis brazos, reduciéndose a tan solo dos pequeñas protuberancias. Rápidamente le siguió el resto de mi cuerpo. Cuando concluyó, mi nuevo ser cayó de plomo en el agua, justo al lado de mi enemigo.

Ahora podré vigilarle de cerca el resto de mi vida, ya no se escapará jamás. Lastima que mi memoria no sea la de un pez y pueda olvidarme de su triste boca abriéndose y cerrándose, abriéndose y cerrándose, abriéndose y cerrándose...

lunes, 29 de marzo de 2010

Cristales

Frente a lo que oigo (ruido de cristales trizándose a lo largo de tendones y fibras nerviosas) nada es lo que, en apariencia, debería ser.
Mi voz agrietada y sucia; las yemas de mis dedos no consiguen atrapar los silencios ni las sombras; la chica de que se enreda el oscuro bucle de su pelo entre su dedo índice no hace más que mirarme con todo su vacío.
Y de nuevo las gotas de lluvia vuelven a caer de entre los ritmos y los acentos, sobreviviendo en escalas monocordes deonde el sueño es el fin que se persigue en el insomnio más extraño del mundo...

sábado, 27 de marzo de 2010

Taxi

Una figura de mujer cierra la puerta de su casa con desánimo. Guarda las llaves en su bolso y camina hacia su portal. Fuera está lloviendo, demasiado quizás para la época del año. Abre su paraguas y, saliendo perezosamente, se coloca junto a un pálido Cástaño de Indias que nunca que le cayó bien. A lo lejos divisa un taxi. Alza su mano para frenarlo, pero este pasa de largo sin apenas mirarla. Pasan diez minutos. Un nuevo taxi se acerca a lo lejos. Esta vez frena justo frente a ella. Entra despacio y malhumorada, con los ojos fijos en la nuca del conductor.

- Al Infierno- le espeta.
- Eso van a ser tres euros de recargo- musita el conductor.
- No importa. Me pagarán la carrera cuando llegue.


jueves, 25 de marzo de 2010

Fiesta al Noroeste, Ana María Matute

Esta es,quizás, una de las novelas más desconocidas de Ana María Matute. Y, sin embargo, es una de las más perfectas y hermosas. En apenas ciento treinta páginas Matute es capaz de crear un universo y unos personajes complejos y repletos de matices. Y no son solo Dingo, Juan Medinao o Pablo Zácaro, sino las imágenes plásticas y profundamente hermosas con las que la autora nos los presenta y disecciona. Imágenes simbólicas, cargadas de un lirismo hondamente metafórico, manejadas con suma habilidad...

Comienzo:

" El látigo de Dingo hablaba seco, como un relámpago negro. Estaba lloviendo desde el amanecer, y eran ya cerca de las seis de la tarde, tres días antes del Miércoles de Ceniza. El agua empapaba las crines del viejo caballo y el carro del titiritero rumoreaba sus once mil ruidos quemados: sonrisas de caretas y pelucas, bostezos de perros sabios y largos, muy largos lamentos sin voz.
Todo esto lo presentía Dingo desde el pescante como un cosquilleo en la nuca. Porque allí, dentro del carro pintado a siete colores, yacían el baúl de los disfraces, el hermano mudo que tocaba el tambor, y los tres perros amaestrados, todos dormidos bajo el repique del agua.
Acababan de asomarse a la comarca de Artámila en un pleno carnaval sobre la tierra indefensa. Artámila era poco agradecido al trabajo, con su suelo y su cielo hostiles a los hombres.
[...]
Con la mirada herida, como si sus pupilas desearan retroceder hasta lo más rojo de su nuca, Dingo vio de nuevo el valle, después de tanto tiempo. Qué hondo apareció, enmarcado por rocas de color pardo. Qué hondo, con sus casuchas medio borradas por los sucios dedos del hambre. Allí estaban de nuevo los bosques de robles, en las laderas, los chopos orgullosos, afilándose, verdes. En grupos, y, no obstante, cada uno de ellos respirando su soberbia soledad, como los mismos hombres. Aquellos hombres de Artámila, de piel morena y manos grandes. En el pescante de su carro parado, Dingo se quedó quieto, con el brazo levantado en un gesto de azote. Dingo tenía las pupilas separadas, como si anduviera por el mundo con los ojos en las sienes para no ver la vida de frente. En los bordes de la capucha impermeable, en los ejes de las ruedas, las gotas de lluvia tintineaban chispazos helados. Dingo escupió y fustigó al caballo.
[...]
Un relampago volvió blanca la tierra. Era preciso pasar deprisa por Artámila, donde la gente no está para dramas en verso. Al otro lado, una vez alcanzada la montaña azul y lejos, Dingo podría nuevamente arrastrar su fiesta. Sus pantomimas con diez personajes representados por un solo farsante. Él, un hombre solo, con diez caretas diferentes, diez voces y diez razones diferentes.
[...]
Es posible que Dingo viera al niño, tal como apareció de pronto, en un recodo. Era una flaca figurilla inesperada, nueva, lenta, muy al contrario de él. Lo cierto es que no pudo evitar atropellarle. Le echó encima, sin querer, toda su vida vieja y mal pintada.
Las nubes eran muy oscuras sobre sus cabezas. Frenó como pudo, doblándose entre el gemir del carro. Unas salpicaduras de limo le mancharon la barba, como buscando la boca que juraba; y Dingo presintió un tierno y fresco crujir de huesos en las ruedas.
Luego, cayó el silencio. Era como si una mano ancha y abierta descendiera del cielo para aplastarse definitivamente contra el suelo del que deseaba huir. Lo sabía, además. Había gritos en lo hondo que le habían advertido:"Tú no pasarás de largo por Artámila". Acababa de arrollar a una de esas criaturas que llevan la comida al padre pastor. Unos metros más allá quedó la pequeña cesta, abierta y esparciendo su callada desolación bajo el resbalar del agua.
Todo lo que antes gritara: vientos, ejes, perros, estaba ahora en silencio, agujereándole con cien ojos de hierro afilado. De un salto, Dingo se hundió en el barro hasta los tobillos, blasfemando. Lo vio: era un niño gris, con una sola alpargata. Y estaba ya muy quieto, como sorprendido de amapolas.

"Fiesta al Noroeste"
Ana María Matute
Editorial: Cátedra, Letras Hispánicas

lunes, 22 de marzo de 2010

Garabato

Anoche, en una tediosa y solitaria tarde de domingo como otra cualquiera, cuando volvía de tomar mi café-cazadordepersonajes, me desdibujé como una simple mota de polvo, alcanzándome tal si fuera otro.

...Y qué?



domingo, 21 de marzo de 2010

Peonza


Cuando llegó a casa, Marta dejó su abrigo raído y manchado de aceite colgado del clavo de la habitación, dejándose caer ruidosamente sobre el colchón de su cama.


Tenía ocho años y una peonza brillante en su bolsillo izquierdo. La había recogido de la acera, con la punta ligeramente roma y la pintura descascarillada.


Sacó del bolsillo el objeto con dedos temblones y, tras mirarla largo tiempo, la lanzó con todas sus fuerzas contra la ventana.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Paisaje


El paisaje dormita bajo un cielo extrañamente triste, apagado. Son las siete y doce de una mañana doliente. Los ojos, huecos, no dejan de mirarse como si quisieran encontrar el sentido a las palabras que solo dirían ante desconocidos o instituciones oficiales. De lejos se oye el murmullo de una metálica melodia. A mi espalda se baten las páginas de un periódico marginal y con la caducidad de lo que dura el trayecto de viaje.

El tren se arrastra incómodo y pesado. Son las siete y veinte de una mañana aún doliente, aún lejana, aún en ausencia de ti.

lunes, 15 de marzo de 2010

La niña que nunca había visto las estrellas

Natalia tenía ocho años y nunca había visto las estrellas. Cada noche, desde su pequeña habitación, dirigía su mirada hacia el cielo e intentaba ver alguna de aquellas constelaciones que tanto había oído hablar en el colegio. Pero solo veía una luz lechosa y difusa que emborronaba el firmamento.

Un día, cansada de ver estrellas solo por los libros, preguntó a su abuelo que cómo podía llegar a verlas de verdad.

- Debes irte lejos de aquí. Donde la luz no las oculte-respondió su abuelo.
- ¿Cómo de lejos?
- Cuando caiga el Sol, camina hasta que dejes de ver tu sombra bajo tus pies. Entonces, levanta tu mirada. Allí, verás tus estrellas.

Entonces, cuando todos dormían y el Sol hacía ya mucho que había caído, Natalia fue en busca de las estrellas. Caminó y caminó hasta que su sombra desapareció bajo sus pies.

...Y levantó su mirada al cielo...

Y vio cientos, miles de estrellas sobre su cabeza. Pero había caminado tan lejos que ya no sabía donde se encontraba. Así, que se agachó, se quedó muy quieta y no dejó de mirar por encima de su cabeza.

sábado, 13 de marzo de 2010

Tristeza



Joven. Cabello rizado hasta el borde del hombro, rubio. Se apoya de inmediato en un lado del vagón y deja perder su mirada. Su expresión es triste. Casi diría que demasiado. Sus intensos ojos azules remarcan aún más la posibilidad de que rompa a llorar en cualquier instante. El Sol brilla debilmente sobre el cielo. La miro a los ojos casi directamente. Pero ella no los aparta. Su mirada me traspasa hacia una realidad que para ella parece la única posible.

La megafonía anuncia mi parada.

Me bajo. La dejo atrás con sus ojos hundidos en mi espalda. Quiero volver... Pero ya es demasiado tarde, las puertas se cierran y además, yo solo soy un simple desconocido que no sabría que decirle.

viernes, 12 de marzo de 2010

Muere Delibes...

...Y el campo se queda huérfano. Y las palabras. Porque pocos escritores poseen un léxico tan rico y variado. Y no por ser retorcido y elitista, por ser un léxico diabólicamente entretejido y confuso, sino precisamente por su valor contrario. Lo que más caracterizaba a la prosa de Delibes era su compleja sencillez. Capaz de tocar los temas más profundos y filosóficos, universales, con un lenguaje claro y cercano.
Nos deja para siempre la voz del pueblo de Castilla; la voz de la sabiduría rural, de su relación con la naturaleza; de esa Castilla profunda, fría, adusta, seca que impresionó e inmortalizó Machado en sus "Campos de Castilla".

De su obra, se podría destacar la mayoría de sus novelas, pero podría destacar:

"Diario de un Cazador", "El Camino", "Los Santos Inocnentes": El mundo más rural

"Señora de rojo sobre fondo gris": El sentido homenaje a su mujer.

"Cinco Horas con Mario": Experimento estilístico brutal e imperecedero.

"El hereje": O como se hace una novela histórica magistral.

Fragmento de "Señora..."

Ninguno de los dos era sincero pero lo fingíamos y ambos aceptábamos, de antemano, la situación. Pero las más de las veces, callábamos. Nos bastaba con mirarnos y sabernos. Nada nos importaban los silencios. Estábamos juntos y era suficiente. Cuando ella se fue todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabras, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida eran sencillamente la felicidad. Yo buscaba en la cabeza temas de conversación que pudieran interesarla, pero me sucedía lo mismo que ante el lienzo en blanco: no se me ocurría nada. A mayor empeño, mayor ofuscación. Se lo expliqué una mañana que, como de costumbre, caminábamos cogidos de la mano: ¿Qué vamos a decirnos? Me siento feliz así, respondió ella.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Invierno

Un frío azul y lejano acaricia
el perfil de mi nariz
y de mis dedos

Un invierno hostil se me aparece de pronto...

...en la nada
en el oscuro punto donde la existencia
deja de tener sentido

Y todo se desequilibra

Mis rodillas ahora se hacen de vidrio y sueño
fugándose hacia el vértigo de la tierra
Mi cuerpo toma el rumbo inesperado del aullido
y solo se atreve a dejarse caer...

...y caer

hasta donde no haya más que tus iridiscentes pupilas






Imagen sacada de: http://elblogderafan.blogspot.com/2009/06/ojos-de-mujer-womans-eyes.html