lunes, 29 de agosto de 2011

Concurso

Ya había perdido la cuenta del número de veces que había mandado un microrelato al concurso de la radio. Esta vez será la última, se decía cada vez que pulsaba el botón de envío con el ratón. Pero cuando decían el tema sobre el que tenían que escribir la semana siguiente no podía dejar de empezar a pensar sobre las posibilidades del mismo. Y volvía a escribirlo. Y volvía a decirse que sería la última vez que lo hacía. Y volvía a frustarse cuando no escuchaba su relato en la voz del locutor.
Pero esta vez sí que era su última vez. No podía aguantar más fracaso y justo antes de quedar colgando a diez centímetros sobre el suelo, pulsó el botón de envío.
"No me queda nada". Era lo que decía.
Por supuesto, ganó el primer premio.


martes, 26 de julio de 2011

Rotura

Todo es escombro y sombra.

La sangre se me escapa de entre los surcos
que se formaron en una frase equivocada.

Solo me queda rendirme ante ella
y suplicar al dios profano del deseo y el amor
que no se aleje de mí.

Silencio es la palabra que crea
para distanciarse
para no hacerse daño.

No me queda más que esperar al milagro.




Imágen: http://www.canonistas.com/foros/9/89559-1-octavuss-15-15-a.html

viernes, 24 de junio de 2011

Moscas

Recuerdo ahora las tardes de verano en la trasera de la casa de mi abuela. Era un especie de patio pegado al edificio principal donde se accedia a los baños, a la cochera y a un cuartito en el que se amontonaban las cosas que ya no servían.
En esas tardes, cuando estaba ya todo hecho y, sin embargo, quedaba tanto por hacer, veía como volaban erráticas las moscas. Hasta que se posaban y palpaban con sus patas buscando sustancias que pudieran absorber con su trompa. Entonces, cuando creían encontrar algo, daban vueltas sobre sí mismas para localizarlo. Ese era el momento. Zas. Y quedaba muerta.


jueves, 23 de junio de 2011

Deseos

Cuidado con los deseos porque se pueden cumplir... Le dijo al oído la cabaretera al adolescente cuando estaba encima de él, arrancándole su primer orgasmo al mismo tiempo que su corazón.





Imagen: www.microsiervos.com 

martes, 21 de junio de 2011

Volver

Hace casi dos meses que escribí el último post. No he dejado de escribir por nada especialmente importante, al igual que no comienzo de nuevo por algo más allá de lo cotidiano.
Aunque, la verdad, solo me leen viajeros tecnológico que se tropiezan de improviso con mi página buscando una foto o cualquier reseña algún libro o autor para algún trabajo. Pero no me importa.
Quizás alguno de esos viajeros accidentales casualmente se dé de bruces con algo que le emocione, así, de casualidad.
Así, que seguiré aquí. Para los despistados y los errabundos.


Imagen: http://elrincondefali.blogspot.com/2009_04_14_archive.html

viernes, 22 de abril de 2011

Anécdotas

Una vez, en una cena entre amigos, alguien contó que aquella misma mañana habían enterrado a una vieja amiga de su padre. Su padre trabajaba en sus ratos libres como payaso y su amiga era una de las más antiguas y respetadas payasas en la profesión. Al entierro acudieron todos ataviados con el traje multicolor y zapatones. Pero sus narices, a modo de duelo, se mostraban desnudas y sin maquillaje.
Cuando terminó de contarlo, solo yo me quedé en silencio...

martes, 19 de abril de 2011

Vértigos

Alguien dijo alguna vez que la vida es inestable, imprevista e impredecible. Será por eso que siempre ando entre cuerdas de funambulista tratando de pasar al otro lado. Atento al paso en falso, a la correcta posición de mis pies. Pero si me olvido de la cuerda, de los pies, del vértigo a la caída y levanto la mirada dirgiéndola al horizonte limpio y claro, la inestabilidad desaparece y camino firme hacia mi destino... hasta que todo se vuelve a convertir en vértigo. 


Imagen: http://kikorodriguezpintor.blogspot.com/

viernes, 1 de abril de 2011

Lectura de amor

Se sentó junto a ella al quedar el asiento libre. Bajó a sus pies la cartera y sacó el libro que en ese momento estaba leyendo. Cuando se acomodó y entreabrió las páginas, se dio cuenta de que su compañera también sacaba en ese momento su libro. No pudo evitar mirar de reojo las páginas de ella. Pronto notó como ella hacía lo mismo con sus páginas. Él abrió un poco más libro y lo giró levemente hacia ella. Ella, a su vez, hizo lo mismo con el suyo.
De esta forma, leían lo del otro hasta el final de su trayecto. En los días siguientes se buscaban entre los pasajeros, trataban de averiguar la estación del otro y en qué vagón se subía. Al cuarto día fue cuando consiguieron sincronizarse. Nada más verse procuraban situarse uno al lado del otro y, sacando sus respectivos libros, comenzaban a leerse el uno al otro. Pero la lectura recíproca es lenta y, además, el trayecto no duraba más allá de veinte minutos, por tanto terminar un libro les podía llevar varios meses, sino años. Por eso, un día él puso un "pos-it" en una de las páginas con una hora y un lugar para verse y seguir así la lectura.
Ella llegó diez minutos tarde y se sentó junto al banco donde él le había indicado.
Y siguieron leyéndose. En sus páginas. En sus manos. En sus ojos. En su piel...




miércoles, 23 de marzo de 2011

Escrito en el espejo

Escribo este post desde una agotada cafetería. Las gotas de lluvia golpean furiosamente contra la esfera de un reloj sin agujas... mientras sorbo el último resto de mi café. En la radio se escapan algunos versos de Sabina entre la habitual indiferencia de los hombres sin voz.
Parece que el día se empeñe en hacerme creer que los colores no existen, lo que haría confirmar el hecho de que aquel día todos tuviéramos los ojos oscuros. Pero nada podría impedir que acabara este pequeño habitante de mi memoria para ofrecérselo al huidizo lector que se esconde del otro lado del espejo.

Imagen: http://inmaplastica.wordpress.com/2011/02/22/como-empezar-el-proyecto/

domingo, 13 de marzo de 2011

Letanía

Sobre mi rumbo una cadencia de voces infantiles
en la voz que araña desde la inocencia
zapatos de charol cubiertos de sangre
sobre la sangre una herida indefinible
que se agrieta cada vez más honda
en la herida unos labios que se aparecen en la memoria
en la memoria un pez
sobre el pez la nostalgia
y sobre la nostalgia un mundo.

Trato de abandonarlo...
pero mi rumbo me persigue
las voces se rebelan
la sangre se escurre entre los dedos de mis pies
en una herida que se hace interminable
y la memoria se hunde
y la nostalgia busca su miedo
y yo solo me sigo buscando.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Huida

Desaparecí una mañana de noviembre. Me dio por pensar en aquel colgante de coral rojo que nunca la podría regalar. Y así, como quien pierde una moneda o una mascota, me extravie en aquel jardín japonés.

Jamás escogí el camino adecuado. 



domingo, 27 de febrero de 2011

Tirando del hilo

Hace algún tiempo encontré por la red un libro que había estado algún tiempo buscando. Bueno, más bien me acordé de él cuando lo descubrí por casualidad trasteando en el buscador de la página. Y allí estaba: "El cuento de nunca acabar". Es un extraño libro donde se mezcla el ensayo con las simples reflexiones y algún que otro relato. Todo sobre el arte de contar historias.
  Es de Carmen Martín Gaite, una de mis escritoras favoritas. Tiene una forma peculiar de escribir que se te filtra hasta los huesos. Pero, sobre todo, son sus personajes los que más que te dejan marcado. Tiene la rara habilidad de crear seres de carne y hueso a los que acompañas a lo largo de cada novela.
  Ahora releo "Retahílas". La leí demasiado deprisa o en un momento en el que no me podía concentrar por circunstancias que ya no recuerdo y que por tanto no debieron tener demasiada importancia. El caso es que siempre se me quedó colgando como una especie de asignatura pendiente. Sobre todo, porque fue la única novela de Gaite en la que no conseguí filtrame y sabía, de alguna forma, que debía volver a ella. Así, la he redescubierto. La historia no es gran cosa: una muy anciana señora pide morir en el caserón donde ha vivido toda su vida. La acompaña Eulalia, su nieta. Poco después llega Germán, el sobrino de Eulalia, comenzando entre los dos un largo coloquio durante toda la noche. De ese modo, tirando del hilo, hablando primero Germán y después Eulalia, van confrontando sus miedos, sus pasiones, sus desilusiones a lo largo de la vida, encarándose a la vez dos generaciones pero que, en el fondo, tienen los mismos problemas.
  Pero me he desviado un poco de lo que quería contar. Es lo que tiene dejarte llevar, que debes seguir el hilo hasta el final de la madeja. Y como decía, observé que el libro se ubicaba en una vieja librería del casco antiguo de Madrid. Sin pensarlo mucho me allí esa misma tarde. Estaba arrinconada en la plaza del dos de mayo. Era una tarde calurosa y la poca gente que se encontraba en la plaza se refugiaba en sombras y refrescos helados excepto por un par de chicas que se sentaban muy juntas sobre un alargado banco de piedra con las manos entrelazadas. Una de ellas con la mirada tan triste que parecía que iba a romper a llorar en cualquier momento sobre el hombro de su amiga. Al pasar junto a ellas, tuve la impresión de que estaban al final de un largo viaje, tan geográfico como sentimental.
  Así, pensando en ellas, entré en la librería. Era angosta, opresiva e inestable como casi todas las buenas librerías de viejo de Madrid. No tardé mucho en encontrarlo. Era una edición antigua y ya descatalogada, con unos detallados dibujos de "Miss Mady- el alter ego de Gaite- intercalados en él. Pagué y salí de allí con el libro en el interior de una bolsa de papel.
  Entonces me entrometí en el trajín de una de las varias cafeterías que sazonaban la plaza. Era una de esas que intentaban copiar los tradicionales cafés del Madrid del siglo XIX. Me senté en una pequeña mesita junto a la ventana y pedí mi acostumbrado café con leche. Y allí, cuando tomé mi primer sorbo, sentí que ese era mi sitio: con un cafe en la mano, un libro deseado en mi regazo y un pequeño cuaderno sobre la mesa donde anotar la pequeña historia que me surgió mientras caminaba hacia allí. Por supuesto, que la situación se convertería en ideal con la cual compartir la experiencia. Pero que en esos momentos me sentí tranquilo y con la idea de que todo llega cuando tiene que llegar, porque, como dice en ese "cuento de nunca acabar" no vamos de viaje hacia el amor; surge, nos lo encontramos. Es una isla que no viene en los mapas, la isla de robinson, la que estamos persuadidos de haber sido nosotros los primeros en pisar. Aunque claro, el compartir tu café es cuestión de gustos.  

  El resto solo es prosa que no merece la pena ser contado.
  Y dispensen si les ha resultado excesivamente largo...

viernes, 25 de febrero de 2011

Distancia

Las palomas picoteban a sus pies. Natalia dirigía la mirada a sus manos, inquietas y frías. Comenzó a hablar casi en un susurro.

- ¿Cuánto tiempo ha pasado?
- No lo sé. Hace meses que dejé de contarlo.
- Ya.
- Sabes, aborté hace un mes por una subida de azúcar.
- Lo siento.
- En realidad no sé si quería tenerlo. Nunca supe de quién era.
- Yo lo voy a dejar con David. No aguanto más sus manías y sus celos. Te acuerdas de David, ¿no?
- Claro. Estaba coladita por mí hasta que se cansó de que le diera largas y se fue a por ti.
- Ya. Lo sé.-un momento de silencio y después...-Me contó lo vuestro.
- Solo fue un polvo. Y además estábamos los dos bastante pedo.
- Siempre gustaste más a los hombres.
- Supongo.
- ¿Por qué hemos quedado aquí?
- ¿Y por qué no? Es una lugar como cualquier otro.
- Pero sabes que odio a las palomas.
- Perdona. No me acordé. De veras que lo siento. Si quieres vamos a otro sitio.
- No. Da igual.

Se quedaron en un silencio denso e inagotable. Paula, sin dudarlo, se levantó con brusquedad.
- Me tengo que ir.
- ¿Nos volveremos a ver?
- No lo sé.
- Me ha gustado volver a verte.
- A mí también.
- Parece que va a llover.
- Sí. Eso parece.

Un ligero viento húmedo y frío agitó las hojas de los plátanos. Comenzaba a oler a tierra mojada y a sentirse el escalofrío sobre los brazos aun no cubiertos lo suficiente a esa altura del otoño.
Cuando las primeras gotas de lluvia cayeron por sobre los tejados y las cortezas de los árboles, Paula y Natalia ya estaban muy lejos de allí.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Coleóptero

La máquina resopló al aterrizar sobre la superficie rocosa. La mujer, con un impecable uniforme de astronauta negro, echó una rápida ojeada al exterior de su nave. Todo parecía normal. Con un gesto cansado cogió sus herramientas -apenas un medidor de temperatura y unas tenazas- y salió al exterior. Treinta minutos después, cuando ya estaba concentrada en su trabajo, sucedió algo que cambiaría su vida. Una leve mariposa, azul con puntitos nacarados, se posó en el borde de sus nudillos y con una voz singularmente ronca la despidió de inmediato.


martes, 1 de febrero de 2011

Personajes...

Lía tiene labios estrechos, delgados. Ojos de color marrón gastado, rutinario, mate. Pelo no muy largo, hasta la nuca, generalmente con coleta, de castaño veteado con mechas rubias. Cuerpo grande, proporcionado. De uñas cuidadas y rostro redondo, de facciones sinuosas y suaves, se diría que en particular hermoso. Nariz recta, pequeña, bien formada.
Lía tiene 26 años y una esperanza que se le agota como rocío en el desierto.
Anoche, cuando terminé de escribir su historia, fue como si dejara escapar mi sombra...

jueves, 20 de enero de 2011

Zapatos

Era jueves. Hacía frío en todas partes y unos zapatos grises se quedaron absortos al contemplar que unas piernas flacas y desvalidas iban a ser su apoyo. Parecía un troglodita suburbano. Esto requería una interveci´n drástica. Y los zapatos grises comenzaron a hacer fuerza para menguar y menguar hasta que las piernas flacas y desvalidas se dieron cuenta, de golpe, que no eran sus zapatos.


imagen: http://www.moralesgago.com/index.html

jueves, 13 de enero de 2011

Pequeñas cosas

Aquiles se sentaba cada día a escuchar el viento. Cogía su radio portatil, desparramaba por el suelo todo lo que cabía en su cesta y se deleitaba sintiendo el tiempo. A veces, cuando el silencio era lo suficientemente grande, se podía oir cantar a las sirenas del otro lado del mar. Otras, cuando el silencio se empequeñecía, simplemente cogía su manzana, su par de emparedados y una lata de refresco y se dedicaba a rastrear el alma de la gente.
Había almas de todos los colores y sonidos y, a veces, también de todos los sabores. Existían almas azules como el de aquella niña rubia que no sabía atarse los cordones o grises como el de aquel señor que siempre iba con los ojos hundidos y el viento de cara. Había almas que sonaban como una nana cantada en voz baja; almas que sabían a chocolate y turrón...
Aquiles se pasaba así horas y horas sentado en el suelo del parque, hasta que ya la luz se marchaba. Entonces recogía todas sus cosas y volvía a su casa caminando lo más despacio posible, para llegar antes a tiempo. 


lunes, 3 de enero de 2011

Transformación

Soy una silla que perdió dos patas en busca de un corazón que no se me llenara de serrín cada vez que me enamoraba. Ahora simplemente soy un corazón aún por crecer y una silla que ya no puede sujetarse.

Imagen: http://www.amorentintado.com/archives/2009/06/silla/
Retrato de niño. Gustav Klimt. c 1885-1886